MACONDO
Restaurante
El alear amarillo, el alear del esfuerzo
La enamorada Renata Buendía sabía que su amor, Mauricio Babilonia, estaba cerca cuando un destello amarillo entorpecía su visión. Al igual que en Cien Años de Soledad, mariposas revoloteaban por el patio del Colegio San Bonifacio. Incontables alas amarillas volaban al compás del humo que salía de las carpas en las que se ubicaban algunos de los restaurantes de la ciudad. Los estudiantes, profesores y padres de familia observaban y degustaban, pero no percibían la magia del aleteo de aquel insecto. Así como Renata, solo una persona en todo el recinto las veía. Una mujer elegante, con una distintiva ropa floreada y un collar que adorna su cuello, podía ver el amarillo. Heidy Salama también percibía a su Mauricio, el Restaurante Macondo, con solo oler las arepas de huevo.
FOTO TOMADA POR : PAULA NÚÑEZ
- Señora María Clemencia, ¿le gustaría que alguno de sus restaurantes esté en la feria de comida del Colegio San Bonifacio? - preguntó el organizador.
- No, realmente no estoy interesada. Sin embargo, mi mamá y hermano tienen dos restaurantes, tal vez les gustaría estar.
- Sería muy bueno.
Domingo 2 de octubre del 2022. Heidy, dueña de Macondo, se encontraba junto a dos trabajadores del restaurante en la Feria de Comida del Colegio San Bonifacio. Era la primera vez que hacían parte de un evento de esa índole. Sin embargo, tenían claro que los asistentes no desconocían su negocio, su cercanía con la ubicación del colegio aportaba a ello. El movimiento de las sillas de plástico y el calor de la freidora junto a las carpas brindaban la sensación de familiaridad con los restaurantes; los comensales iban y venían, la cantidad de platos vendidos aumentaba. En el transcurso del día, uno de sus clientes regulares se acercó y creó “una anécdota divina”, como lo describe Heidy.
En busca de una arepa de huevo, un hombre y su hijo se acercaron al puesto de Macondo, debido a que conocían el delicioso sabor del producto. El padre al comentarle al niño que en su colegio se encontraba el restaurante que vendía las arepas que tanto le gustaban, vio en su rostro incredulidad. “Aquí no es. Esto no es Macondo”, reafirmó. La desconfianza al no ver las lámparas, los árboles y el distintivo cartel con el nombre seguía presente. Para convencerlo, el señor señaló a la dueña y a los platos de comida. Pero, la duda no dejó de estar en la mente del infante. Con poca confianza, su hijo degustó de la característica arepa de huevo. Aquella situación permitió que Heidy viera la magia de las mariposas amarillas, como Renata a Mauricio. De alguna manera, su restaurante hacía parte importante del imaginario de las personas.
- Ay no, divino el niño ¡Qué belleza de cliente! - dijo Heidy Salama.
- Quiero contarle la máxima de él - respondió el padre.
- Si claro.
- Tiene un primito que vive en México y va a venir. - Cuando estábamos hablando con ellos, le pasamos el celular para que hablarán. Por ello, él le dijo que apenas llegué lo va llevar a Macondo.
El lugar de la interacción
En el lugar de la tradición culinaria convergen la magia, la reunión y la amistad, en medio del vuelo de las mariposas. En Macondo es común ver a personas de la tercera edad mientras disfrutan de una tarde con amigos, con su pareja o familia. “La tranquilidad que brinda la plazoleta de comidas de Plazas del Bosque se vuelve uno de los puntos a favor del restaurante”, como describieron dos comensales. A las 4:00 p.m. se abren las puertas. Los clientes empiezan a llegar para jugar cartas, hablar sobre las últimas noticias, o rumores de la semana, trabajar, y hasta celebrar cumpleaños mientras se disfruta de deliciosos fritos que recuerdan a la comida típica colombiana del Caribe, como el caldo de costilla, las caribañolas o las infaltables arepas de huevo.
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La magia del lugar no solo la sienten los clientes. Desde que inicia su jornada laboral a las cuatro de la tarde los trabajadores del restaurante también viven la tranquilidad del ambiente. La cantidad de comensales que van al restaurante no siempre es exorbitante, por tanto, hay tiempo para tomar un suspiro y compartir con los meseros de los demás locales de la Plazoleta. Del mismo modo, la calma no solo se encuentra en el lugar de trabajo, sino fuera de él. “Aunque es un restaurante pequeño tiene todo legalizado. Cuento con salud, pensión, ARL, auxilio de transporte, sueldo de manera quincenal y, fuera de eso, me dan servicios”, afirmó Cristian Escobar, mesero de Macondo.
Las tardes noches de Macondo transcurren con la compañía no solo de las mariposas amarillas, sino también de Heidy. A comparación de otros lugares, la dueña es parte activa del día a día del restaurante. Después de visitar a su familia, gestionar asuntos en su hogar y, lo más importante, ir a la iglesia, ella se dirige directamente a Plazas del Bosque para llevar la contabilidad de su negocio. En medio de su trabajo recibe la visita de sus amigas o familia, se ríe con los empleados y atiende llamadas con una taza a su lado y papeles esparcidos por la mesa frente a la cocina, sin perder ni un segundo su elegancia.
Con el pasar del tiempo, los pensionados sienten la pesadez de no poseer responsabilidades después de haber centrado su vida en el trabajo, y para la conocida “Tita” no fue distinto. Para los clientes Macondo es el lugar perfecto de reunión, y para Heidy es el espacio en el que encuentra una forma de entretenerse y evitar sentir aburrimiento en su día a día. “El restaurante tiene una comida deliciosa. Se ofrece un excelente servicio y, sobre todo, mi abuela lo administra al 100%. Vienes y ella está allí lista para atenderte ”, afirmó su nieta, Isabella Vásquez, quien puede ver los destellos de las alas amarillas, pero no las percibe completamente.
El lugar de la tradición
“Las arepas de huevo se vendían como pan caliente. Entonces, yo dije: ¡Cuando vaya a poner un negocio va a ser de arepa de huevo!”, expresa Heidy Salama. Ella siempre ha sido una mujer creyente, quien brinda parte importante de su tiempo al servicio en la iglesia. En uno de esos días de apoyar en actividades a su congregación evidenció como el producto de la arepa, conocida por ser de la costa, era bastante apetecido por los consumidores. Desde ese momento, con su mentalidad de empresaria, decidió que en algún momento crearía una empresa que se centrará en cocinar aquel frito. Llega el año 2021, en un momento pospandemia y de reactivación económica, para poder cumplir su deseo.
Como si estuviera destinado al fracaso, la Plazoleta de Plazas del Bosque desde su existencia ha sido escenario de centenares de proyectos gastronómicos que han quebrado. Unos lo atribuyen a que en sus comienzos no tenía techo, salvo los inmensos árboles que protegen este armónico espacio, otros, a la intención de convertir en algún momento a la plazoleta en una ruidosa discoteca. Estos fueron algunos sucesos que determinaron el pasado oscuro de este lugar que vio cerrar sus puertas a negocios de comida muy prósperos de la ciudad
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En la actualidad, parece que el hechizo y mala fortuna se ha roto. La reapertura hecha en el 2019 ha contado con una acogida sorprendente, gracias a la presencia de una de las sucursales de Jus’so Café y el restaurante Kioto que atrajo a gran cantidad de comensales. En medio del proceso de reapertura, Heidy recibió la oferta de arriendo de una isla por parte de uno de sus amigos, y dueño de la Plazoleta. Por fin, encontró la forma de hacer realidad su plan de un negocio de arepa de huevo.
- Al fin pondré un restaurante de arepa de huevo, recuerda Heidy decirle a su hija María Clemencia
Perdomo, una reconocida empresaria y dueña de restaurantes ibaguereña.
- Mamá, ¿para qué? ¿dónde?
- En Plazas del Bosque. Conseguiré una freidora y ya tengo el local.
El nombre del restaurante está inspirado en Macondo, el pueblo ficticio de la novela Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Las mariposas amarillas, materializadas, empiezan a aparecer en su campo de visión el 6 de octubre de 2021. Después de tener el menú, Heidy y su hija llaman a un chef bogotano para que se encargue de cocinar los platos, debido a que, como dijo: “yo dejo quemar hasta el agua”. Para la creación del menú encargaron a Gloria, una especialista en la creación de estos, quien, similar a las arepas de huevo, centró los platos en comida para picar. Asimismo, lo vincularon con la tradición culinaria colombiana; hay alimentos que hacen referencia a otras culturas, pero no dejan de ser tradicionales
Macondo se ha vuelto un éxito, debido a que, “la señora Heidy es una persona muy bien hablada, busca decir siempre las cosas de buena forma. La organización es su magia“, comentó Sebastián Gómez, mesero de El Social, otra apuesta gastronómica que es ofrecida por el hijo de Heidy, en Plazas del Bosque El restaurante busca ser un espacio para que los adultos mayores puedan reunirse y le ofrece al sector gastronómico de Ibagué “un producto bien hecho y que las personas sientan que están comiendo un alimento de calidad”, explicó la dueña.
El lugar de Heidy
“Mi abuela toda la vida ha sido empresaria, desde que tengo memoria siempre ha tenido negocios” así describe a su abuela Isabella Vásquez Heidy ha tenido una vida vinculada a los negocios, lo cual se ha concretado en la adquisición de varias empresas y un restaurante, Macondo. Por eso no es extraño que que estos valores se transmitieran a sus hijos y nietos, quienes han seguido el ejemplo de ‘la tita’ y han construido sus negocios y comprado diversas franquicias de comida en Ibagué, como ella es una mujer negociante desde siempre. Posiblemente, la clave de su éxito se debe a que “es una persona muy comprometida y organizada. Le gustan las cuentas claras y el chocolate espeso”, como aseguró Cristián, mesero de Macondo.
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La familia Salama es árabe, cuando llegaron a Colombia, en el año 1936, consolidaron un negocio textil, llamado ‘El Social’, y en 1940, lo registraron en la Cámara de Comercio Después de 86 años, ese sería el nombre del restaurante de comidas rápidas de uno de los hijos de Heidy. La empresa tenía un total reconocimiento en Ibagué; y al morir su padre y madre, la heredó y la administró por unos años. “En el cumpleaños 50 de la empresa hice una celebración por todo lo alto. Pero para la época estaba un poco cansada y decidí disminuir la capacidad del negocio y, cuando estaba en el proceso, mi hija me lo pidió para hacer un local de estampado de camisetas”, explicó.
En el año 1985, María Clemencia transforma El Social en un negocio de camisetas. Así que Heidy descansó unos años, hasta la creación de otra empresa de venta de inmuebles. Decore era un local ubicado en la carrera quinta con treinta y siete que adquirió clientes de manera rápida y se posicionó en el imaginario de los ibaguereños por bastantes años. Una vez más, la tita demostró su habilidad para la construcción de comercios exitosos. Sin embargo, en el año 2014, Heidy y María Clemencia deciden cerrar el negocio. En aquel momento, las mariposas amarillas estaban en el embrión.
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La Alcaldía de Ibagué ordenó que ningún carro pudiera parquearse en la carrera Quinta; lo que generó que las ventas en Decore disminuyeran drásticamente. Con un poco de disgusto con la decisión, la empresa siguió en funcionamiento. Pero, un día a una cliente frecuente la multaron por parquearse cerca; aquel suceso incitó a que María Clemencia y Heidy tomaran la decisión de cerrar el comercio. El fin de semana siguiente, ofertaron todos los productos y no volvieron a abrir nunca más. Durante cinco años después Heidy se dedicó a acompañar a su hija en la administración de sus restaurantes: Kioto, la Causa, la Ricotta, la franquicia de Subway y Domino 's pizza. Esto hasta la creación de Macondo y el inicio de ver las mariposas amarillas.
La empresaria Heidy Salama sabía que su esfuerzo, Macondo, estaba cerca cuando un destello amarillo entorpecía su visión. Al igual que en Cien Años de Soledad, ella percibía sus años de experiencia y dedicación en el momento que veía el aleteo de aquel insecto amarillo, debido a que este representaba todo los sucesos que tuvo que pasar para llegar a donde está. Aquella mujer era la única que los conocía a profundidad y podía verlos. Nada fue gratuito, vivió fracasos y éxitos, hasta encontrar ese lugar en el que puede entretenerse durante las últimas décadas de su vida. Macondo, según los indígenas bantú, proviene de makonde que significa “alimento del diablo”; concepto que no se relaciona con la realidad de Heidy, pues en su restaurante y en su vida todo ha sido parte de un alimento divino. Como en la novela de Gabo, las mariposas seguirán en vuelo en busca de mejores horizontes para la tita.
La empresaria Heidy Salama sabía que su esfuerzo, Macondo, estaba cerca cuando un destello amarillo entorpecía su visión. Al igual que en Cien Años de Soledad, ella percibía sus años de experiencia y dedicación en el momento que veía el aleteo de aquel insecto amarillo, debido a que este representaba todo los sucesos que tuvo que pasar para llegar a donde está. Aquella mujer era la única que los conocía a profundidad y podía verlos. Nada fue gratuito, vivió fracasos y éxitos, hasta encontrar ese lugar en el que puede entretenerse durante las últimas décadas de su vida. Macondo, según los indígenas bantú, proviene de makonde que significa “alimento del diablo”; concepto que no se relaciona con la realidad de Heidy, pues en su restaurante y en su vida todo ha sido parte de un alimento divino. Como en la novela de Gabo, las mariposas seguirán en vuelo en busca de mejores horizontes para la tita.
Por: Paula Núñez