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Lo que no se cuenta en la mesa 

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Para nadie ha de ser un secreto que el fuego y la rueda son, en líneas generales, dos de los más grandes descubrimientos en la historia de la especie humana. Una de las grandes ventajas de haber domesticado aquellas llamas ferales, era la posibilidad de cocer los alimentos. Este proceso no sólo facilitaba la digestión, les otorgaba sabores y matices nuevos. Así pues, por necesidad y una sana cantidad de tiempo libre e imaginación, las distintas sociedades humanas han adaptado su cocina a los ingredientes que su entorno podía proveer. Así pues, la raza de los hombres ha perfeccionado las artes culinarias desde tiempos inmemoriales, convirtiéndo estas en un símbolo de cultura y tradición, en lugar de un simple medio para satisfacer una acuciante demanda de necesidades vitales.

Con el tiempo, y la llegada del dinero, la preparación de alimentos pasó a convertirse en una fuente de ingresos para los artesanos de la comida. Si bien el restaurante más antiguo que sigue abierto hasta la fecha data del año 1725, ubicado en Madrid, España, la costumbre de intercambiar comida por otros bienes o divisas es mucho más antigua, y la tradición de juntarse en una mesa a compartir alimentos lo es aún más.

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Fachada del restaurante Botín. En Madrid. España Por: El País

En pro de conocer el valor que el común de la gente da a estos espacios, para este reportaje multimedia se encuestó a una serie de comensales y transeúntes de la ciudad de Ibagué. Dichos datos fueron compilados y analizados para esclarecer un ápice del valor que tienen los restaurantes para la población. Según la experta que contactamos para este estudio, los resultados de las encuestas no representan una verdad única y universal, pero, nos dan un atisbo de claridad al momento de entender un acto que puede resultar tan cotidiano, como lo es ir a un restaurante.

El primero de los resultados de la encuesta denota que el 53% de los encuestados se encontraban en el rango de edad entre los 18 y los 25 años.

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Este resultado es asumible, pues, corresponde a la demografía a la que apelan los lugares y personas en donde se realizaron las encuestas.

Resalta, a su vez, que la mayor parte de la población que se puede permitir acudir a un restaurante pertenece a un estrato social medio o superior. Lo anterior es lógico al considerar el proceso por el cual pasan las materias primas, véase, los alimentos. Si bien hay lugares que ofrecen comida a precios muy asequibles, los restaurantes representan un lujo para una parte de la población que no se puede despreciar.

Continuando con los resultados, se revela que los encuestados, en su mayoría con un 47%, acuden a un restaurante entre una y dos veces por semana, y un 17% acude entre tres y hasta cuatro veces por semana No obstante, una cantidad considerable de la muestra, el 29%, no acude con regularidad a ninguno de estos establecimientos.

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En palabras de nuestra experta: “Es posible que solo tomen una salida a los restaurantes, los fines de semana. Cambiar de rutina, incluso aunque acudan al mismo lugar de siempre”. Esta información se complementa con los siguientes datos:

Ante la pregunta: ¿Cuáles son los motivos por los cuales acude a un restaurante?, la mayor parte de las respuestas se decantan por la comodidad de no tener que preparar los alimentos. En segundo lugar, se ocupa el motivo por el cual los seres humanos disfrutamos de este tipo de ambientes.

Al ser seres de naturaleza social, los humanos buscan, en mayor o menor medida, interactuar con otros de su misma especie. Ya sea por conveniencia o por gusto propio. En ese orden de ideas, reunirse alrededor de una mesa para compartir alimentos es un hábito común y perenne en las distintas sociedades humanas. 

De manera independiente, los procesos de aculturación propios de la globalización han propiciado espacios multiculturales. Estos espacios se manifiestan en la enorme variedad de oferta gastronómica que se ofrece en el mercado actual. Los restaurantes se han convertido en faros de cultura y espacios que permiten transportar al individuo a un contexto ajeno a su realidad por un rato.

Otro fruto del intercambio cultural de la gastronomía es la comida fusión, que toma y adapta elementos propios de entornos ajenos que transforman a la cocina autóctona. Estos procesos transculturales se ven intensificados por fenómenos sociales, tales como las migraciones y los tratados comerciales, entre otros. La evidencia y permanencia de estos procesos puede verse reflejada en la oferta gastronómica ofrecida en una zona concreta.

Ibagué, la Capital Musical de Colombia, poco a poco ha demostrado que su imagen no solo está ligada a los instrumentos musicales. También puede ser vista como un floreciente centro gastronómico, con ofertas cada vez más variadas y en constante expansión.

Por: Sergio David Reyes Luna | María José Reinoso Meneses | Juan Sebastián Castellanos Barrios

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