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Arte en la cocina 

Por: Elena Saavedra y Camila Muñoz

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Cocina-restaurante Sophie’s La Pola. Ciudad Ibagué. Foto: Elena Saavedra 2022.

El arte en la gastronomía se ha vuelto un tema de gran  importancia e indispensable al momento de presentar un plato de comida. Nuevas técnicas se han implementado a la hora de vender y, así, llamar la atención de los clientes para deleitarnos con una exquisita comida que hace despertar los cinco sentidos; y como dicen por ahí: “todo entra por los ojos”. Y esto es totalmente cierto; a la hora de comer hay un gran porcentaje visual que hace despertar nuestro olfato para calificar nuestro alimento, nos dejamos llevar por medio de colores, texturas, sabores y, de esta forma, se crea la combinación perfecta para ser aprobada, disfrutar el momento de comer  y luego recomendar los restaurantes de la ciudad.

 

     “Arte y gastronomía tienen en común una cosa: ambos buscan comunicar una inquietud. Ya sea a través de platillos deliciosos, de pinturas o esculturas increíbles, crean sensaciones, experiencias y expresan. Desde que los franceses desarrollaron las técnicas culinarias, la cocina se vio como algo que va mucho más que dar de comer;  los platillos se volvieron piezas de arte debido a que tiene todas las características que una obra debe tener: placer estético, nuevas interpretaciones, sensibilidad, pasión y un acercamiento a nuestro contexto”, (Animal Gourmet, 2020, Párr. 1,2).

 

Los restaurantes tienen una lucha constante para ser los mejores en la ciudad, ser calificados en las redes sociales y tener millones de seguidores, son su constante prueba. Sueñan y anhelan tener las cinco estrellas y posicionarse como uno de los mejores de la ciudad, del país o internacionalmente. Estos lugares han hecho espacios exclusivos, diferentes y llenos de arte que hacen vivir experiencias únicas e inolvidables. No solo hablamos de arte culinario, sino del arte en el interior de los restaurantes, los murales, las pinturas decorativas en las paredes, las mesas y las sillas, el juego de colores y el enfoque temático que maneja cada restaurante, eso los hace únicos y tener su propio sello original los diferencia de los otros. “Desde el punto de vista cultural, la gastronomía es un elemento identitario de la cultura popular de un país o una sociedad. Algunas manifestaciones gastronómicas como, por ejemplo, la dieta mediterránea, se ha llegado a declarar Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. La gastronomía se considera un arte, por la habilidad que se requiere para combinar ingredientes y lograr resultados. Pero también hay quien considera que la gastronomía se acerca a las ciencias, pues en ella intervienen cuestiones relacionadas con la física y la química.” (La Vanguardia, 2022,  Párr. 3, 4).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los platos de comida que maneja cada restaurante son característicos por ser típicos de algunas regiones de Colombia y, también, apropiando el sabor internacional, han adoptado otras opciones para que las personas no tengan que salir de la ciudad o del país, haciendo la vida mucho más fácil para todos, como es el caso del restaurante Sophie’s La Pola en la ciudad de Ibagué. “De las curiosidades que tiene el restaurante es que no manejan carta. Todos los platos de comida los preparan con los ingredientes que tienen a la mano; es un juego que pone a flote la imaginación y la creatividad con técnicas internacionales, utilizan productos locales y vegetales frescos traídos de la huerta de Rodrigo, es el toque ideal. Solo abren bajo reserva, en horarios de miércoles a domingo. Y es que a Sofi desde pequeña, su mamá le enseñó a ella y a sus hermanos a comer de todo, siempre había toda clase de verduras. “Ella decía: mira mi amor, la carne toda sabe a lo mismo, en donde está la aventura, es en las verduras, porque tienen diferentes sabores, colores y aromas. Los colombianos son muy conservadores a la hora de comer, son poco aventureros y eso es normal. La gente se vuelve más aventurera si ha estado expuesta a diferentes comidas, pero si tú nunca has salido de tu casa y solo has comido arroz, carne, papá, yuca, plátano o maduro, yo te propongo una sopa que tiene siete clases de verduras y me vas a decir: yo no como verduras, lo cual es una lástima porque te estás perdiendo una cosa realmente fantástica”, afirma Sofía. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay una gran variedad de comida, que hace calmar los antojos y experimentar nuevos sabores en el paladar.  Por ahí cierta frase hace relevancia a lo que se habla “Pa’ los gustos, los colores”, es totalmente cierto. Vivimos en un mundo innovador, porque cada vez más los restaurantes se atreven a diseñar platos de comida que llamen la atención visualmente y genere cierta adicción y placer al momento de deleitar la comida. “Hay que ser sinceros, nos encanta todo lo que a simple vista se vea bien. Si hablamos de comida muchísimo más, dicen por ahí que de la vista nace el amor y éste se traduce en sensaciones que, además, sacian una primera necesidad”. (Animal Gourmet, 2020, Párr. 3)

 

 

Montañas rusas de sabores 

 

Así como Sophie 's La Pola, en cada rincón de este tradicional barrio podemos encontrar diversos restaurantes, cafeterías y locales ambulantes, los cuales ofrecen una gran variedad de alimentos. Sin duda, recorrer este sector se convierte en una montaña rusa de sabores y en medio de este amplio portafolio gastronómico se encuentra Maruja Café, un local que ofrece comidas rápidas ancestrales al tiempo que permite disfrutar de muestras artísticas en vivo.

 

El negocio surgió a partir de la iniciativa de Gabriel Aguirre, un hombre de 31 años, tecnólogo de la Escuela Gastronómica y Turística del SENA con más de cinco años de experiencia en culinaria. En un principio, el establecimiento se encontraba ubicado en la terraza de su casa y llevaba el nombre de “El Barranquero”, sin embargo, tras la pandemia decidió abrir un local en la casa de su padre. El nombre de “Maruja” fue inspirado en su abuela, quien falleció a los 99 años: “Yo no sabía qué nombre ponerle al sitio, entonces le pedí ayuda a mi abuela diciendo ¡Maruja ilumíname! Y de ahí se me ocurrió ponerle así al lugar”, recuerda Gabriel. A pesar de esto, en la construcción de la cafetería han participado todos los integrantes de la familia Aguirre, la cual se caracteriza por sus raíces artísticas y culturales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el barrio La Pola se encuentran distintos restaurantes reconocidos de la ciudad, tales como El Churrasco, Plaza Express, Chimmy Choripanería o Piattino, sin embargo, Maruja Café destaca por su decoración, la cual queda reflejada en cada uno de los murales que se encuentran al interior del establecimiento. Gabriel destaca la importancia que tiene para ellos la presentación del sitio y sus platos: “La decoración es importante porque la comida entra por los ojos (…) si un plato visualmente no se ve chévere no te va a dar apetito. Todo depende de la arquitectura de la comida. La mayoría de decoraciones son comestibles pensando en el bienestar del comensal”. Dentro de la cafetería existen varios espacios, cada uno con temática y nombres diferentes como el salón de Los Cerezos, La Terraza y el Salón de los Lectores.

 

La primera impresión que genera un restaurante juega un papel importante en la decisión final del cliente de entrar o no. “Reconozco que si busco un lugar para comer o tomar algo, el aspecto general del interior de un restaurante o cafetería me causa una primera impresión que puede inclinar la balanza a favor o en contra de mi elección. Me gusta comer en sitios donde me sentiré a gusto, donde sea agradable estar para disfrutar de lo que realmente importa, la comida”, afirma Liliana Fuchs, en el blog Directo al Paladar. Este aspecto es fundamental para la familia Aguirre, quienes tienen como principal objetivo generar espacios agradables para el cliente.

 

Los característicos murales son obra de Rocío, que toma las ideas de su sobrino Gabriel y las convierte en realidad. El joven chef es fanático de la naturaleza, de allí que las pinturas combinen elementos como plantas, flores, aves y animales en vía de extinción. El estilo de la decoración de este negocio puede definirse como moderno, dado que, como expone el portal As Canteiras, “opta por una decoración dinámica y minimalista, haciendo fusiones y buscando la originalidad”. Aunado a las pinturas se encuentran las máscaras tradicionales que provienen de diversas regiones colombianas como Nariño y Amazonas.

 

Gildardo reconoce que un local como Maruja Café es el resultado de la convergencia cultural gastronómica que se ha presentado desde los orígenes del ser humano. La alimentación como necesidad básica ha dado origen a la denominada bromatología (ciencia que estudia los alimentos), la cual evidencia que los primeros habitantes comían únicamente carne y frutas, dadas las condiciones de vida a las cuales se enfrentaban. Posteriormente,aparecen las comunidades sedentarias y la producción alimenticia cambia con la domesticación de animales y los cultivos. Sin importar área geográfica o características, en cada cultura siempre hubo una necesidad básica: la alimentación.

 

 

 

 

 

 

 

 

“Esa comida ancestral se va desarrollando en la medida en que la sociedad la produce como elemento de sostenibilidad, pero esto no se queda en una sola región, puesto que en este momento tenemos la cultura de traer y llevar, por lo que en Colombia hay una mezcla de platos tradicionales y ancestrales con elementos internacionales, culturas y nombres distintos”, manifiesta Gildardo.

 

Actualmente, en Colombia existe una cultura gastronómica variada debido a su amplia biodiversidad de ecosistemas fríos, calientes y templados. Tal y como informó el Ministerio de Ambiente en 2019, el país fue considerado el segundo más biodiverso del mundo, con más de 50 mil especies registradas y 31 millones de hectáreas protegidas. Esto fomenta la variedad en los cultivos y de allí que la gastronomía sea cambiante en cada región. Sin embargo, la comida se ha visto permeada también por culturas de otros países, lo que se refleja en el local de los Aguirre.

 

“La palabra sándwich, por ejemplo, no se conocía en nuestro país. Tampoco los nachos, hamburguesas o papas a la francesa (…) nosotros en Colombia hablamos de papa chorreada, que fue fundamental para nuestros antepasados”, dice Gildardo. Este tipo de términos provenientes de otros países se han arraigado en los platos que ofrecen muchos restaurantes y puestos ambulantes en Ibagué. La oferta gastronómica avanza de acuerdo a las exigencias del mercado y las necesidades que este genera para las personas en un momento específico. Hace 200 años no se hablaba de crepes o hamburguesas, sino de carne molida, yuca, papa, plátano, etc. El comercio se ha encargado poco a poco de integrar nuevas ofertas a los portafolios alimenticios.

 

Maruja Café trae un portafolio gastronómico derivado de este choque cultural y evolución, entre los que destacan preparaciones como La Maruja (hamburguesa de pan brioche, carne de res, pechuga a la parrilla, tocineta, queso, vegetales y salsa de la casa), La Barranquero (pan brioche, carne de res, carne desmechada, tocineta, salchicha, maíz, queso, vegetales y salsa de la casa), papas ropa vieja (papas a la francesa, carne desmechada y pico de gallo), sándwiches (pan finas hiervas, carne estofada o cubitos de pollo salteado y queso) y los nachitos (carne, guacamole, queso y pico de gallo).

 

Resulta relevante para un restaurante analizar las tendencias gastronómicas y reconocer cada uno de los riesgos que pueden traer los procesos de aceleración en la producción que predominan hoy en día. Anteriormente, un pollo se consumía a partir de los siete meses, pero actualmente puede llegar a estar listo a los 25 días. Este procesamiento rápido trae consigo gérmenes e infecciones, las cuales deben ser debidamente eliminadas por el chef.

 

“A medida que las sociedades avanzan se nos imponen condiciones de vida y consumo, esto es algo que nosotros en Maruja cuidamos mucho (…) cuando no se consiguen los alimentos orgánicos estos se desinfectan con vinagre, sal y limón para que no vaya a ser dañino para el cliente”, manifiesta Gildardo.

El encuentro cultural de Maruja Café va más allá de la comida, dado que en su decoración también se observan rasgos de diversas culturas colombianas. Las máscaras y figuras fueron traídas por Gabriel desde sectores como Nariño y Amazonas. Por otra parte, los animales que se denotan en los murales son endémicos de la región e, incluso, algunos de ellos son en honor a especies en vía de extinción. Las muestras artísticas completan este paisaje tradicional con baile y música, que pueden ser disfrutados por los comensales al tiempo que degustan alguno de los platos que se ofrecen.

 

La familia Aguirre articuló cada una de sus habilidades en función de un negocio cultural convergente, donde se reflejan las preparaciones del chef Gabriel, las pinturas de Rocío, el diseño de interiores de la arquitecta Luisa Fernanda y las muestras de baile de Gildardo y su esposa en conjunto con el grupo de danzas. “Mi madre era una gran bordadora y cocinera, mi padre fue músico, tocaba tiple y cantaba muy lindo, entonces ese linaje artístico viene de familia”, recuerda Gildardo.  Una familia que trabaja día a día para llevar a las mesas de los ibaguereños las recetas ancestrales que han evolucionado con el paso del tiempo y el encuentro de culturas. Así como Maruja Café, existen gran cantidad de locales que aportan a la construcción de identidad y a la conservación de las tradiciones gastronómicas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“Yo no quiero trabajar 18 horas al día, yo ya hice eso; quiero seguir trabajando. Tengo 70 años que cumplí hace 20 días. Mira, la gente cree que los restaurantes son buen negocio, no son buen negocio. No hay un negocio más malo que un restaurante, para lo que tú tienes que trabajar; los negocios de comida no dan plata. Tú lo haces porque es muy divertido, por qué es rico y como decía Gabriel García Márquez acerca de la escritura, “uno escribe para que los amigos lo quieran más”, uno cocina para que la gente lo quiera”.

     “Arte y gastronomía tienen en común una cosa: ambos buscan comunicar una inquietud. Ya sea a través de platillos deliciosos, de pinturas o esculturas increíbles, crean sensaciones, experiencias y expresan. Desde que los franceses desarrollaron las técnicas culinarias, la cocina se vio como algo que va mucho más que dar de comer;  los platillos se volvieron piezas de arte debido a que tiene todas las características que una obra debe tener: placer estético, nuevas interpretaciones, sensibilidad, pasión y un acercamiento a nuestro contexto”, (Animal Gourmet, 2020, Párr. 1,2).

 Eran las 7:10 de la noche, un viernes 7 del mes de octubre del 2022, en el barrio La Pola de la ciudad de Ibagué; hacía bastante frío y las calles estaban oscuras y solitarias. Luego de caminar, se ha llegado al sitio indicado. Top, top, golpea la puerta, se escuchan ladridos de perros…  Los nervios estaban presentes y las expectativas a mil, en un momento el personaje que por varios días se había esperado, abrió la puerta. Una mujer se asoma, sonríe. Es increíble la energía que desborda. Amable y servicial es lo que refleja. 

–Sigue, siéntate.

– Permiso. ¿Qué más señora Sofía, cómo ha estado? 

–Bien, anoche llegué de Estados Unidos.

–Señora Sofía, qué linda es su casa, la cocina es tan grande. Señora Sofía…

–No me digas Sofía, dime Sofí. 

     Es maravilloso encontrar este sitio. Más de 100 años de historia recorren este barrio llamado La Pola. Una casa antigua, refugiada y transformada en un lugar de encanto. Un restaurante que día a día le apuesta a entregar un excelente servicio a sus clientes, hecho con pasión y amor. Restaurante Sophie’s La Pola “Más que un plato, es una experiencia”. Sofía, quién es la propietaria, es una mujer de origen extranjero, piel blanca, rostro delicado y sutil, cabello con destellos blancos y grises, porta un delantal color rojo de cocina, es inevitable pensar que ama lo que hace y eso es admirable. 

Han pasado unos minutos más tarde. 

–No le he ofrecido nada. -Dijo Sofí con asombro. 

–Eh… no tranquila.

– ¿Quieres un tecito herbal, un cafecito?

–Un café está bien, muchas gracias.

–Yo te puedo ofrecer cerveza también.

– ¿De cuál tienes?, disculpa.

–No son nada del otro mundo, pero tengo cerveza roja o rubia Club Colombia.

–Roja, por favor, gracias.

En un comedor de forma redonda, de cuatro puestos, ahí empezó la conversación. Es maravilloso encontrar este sitio. Más de 100 años de historia recorre el barrio llamado La Pola. Una casa antigua, refugiada y transformada en un lugar de encanto. Un restaurante que día a día le apuesta a entregar un excelente servicio a sus clientes, hecho con pasión y amor. Sophie’s La Pola “Más que un plato, es una experiencia”. Sofía, quién es la propietaria, es una mujer de origen extranjero, piel blanca, rostro delicado y sutil, cabello con destellos blancos y grises natural por su edad, porta un delantal color rojo de cocina, es inevitable pensar que ama lo que hace y eso es de admirar. 

     

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Segundos después. Tocan la puerta, es Ramgo Ramírez amigo de Sofí, trae una bolsa de cartón en sus manos. Se saludan. Con emoción dice Ramgo –te traje una muestra de hongos, míralos, abre la bolsa, –es espectacular, que maravilla, más rato preparamos algo. “Este muchachito es mi mejor amigo aquí en Ibagué, tiene un local cerca, llamado Ganesh, es una tienda hindú, la única en este sector”, comenta Sofí.

     Todo este interés en el restaurante, inició días atrás; un video en Instagram en la página de la Cámara de Comercio de Ibagué llamó la atención de desarrollar una narración en ese lugar. Sofí tiene un amigo allí, es presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Ibagué. “Es muy cliente, viene con frecuencia, trae al gobernador y a mucha gente; yo le echo la culpa a Brian Bulla, de que las personas nos hayan ido conociendo, gran parte por él”, afirma Sofí. 

     Es curioso, este lugar solo ofrece servicio bajo reservación, ¡qué interesante! Resulta que las personas llegan porque alguien se los recomienda, es un voz a voz. “Mira que yo me imagino que dicen, hay una gringa como loca, abre solo con reservación. Además, yo cocino lo que yo quiero; te pregunto primero, si hay algo que no comes”, afirma Sofí. Conocer este restaurante es otro cuento, lleno de tranquilidad, de paz y de armonía; es un total silencio que rodea la casa y hace que el ambiente sea sereno. “Ahora va a venir el dueño de la huerta, lo invité a comer. Ya resolvimos, lo mejor que yo he podido hacer en la vida es ser amiga de Rodrigo, a mí me parece un tipo divertido, mi expareja. Pero mira, tú no sabes lo querido que es conmigo, me recoge en el aeropuerto; incluso me invitó a comer esta noche, y le dije: yo no puedo, porque va a venir una niña universitaria. Más bien te invito a comer”, afirma Sofí. Golpean la puerta, abre Ramgo; es Rodrigo el exesposo de Sofí. –Buenas noches. Toma asiento en el comedor.

 

Sofía comenta –Él es Rodrigo, el otro actor en el video de Instagram, él es el dueño de la huerta. Ella quiere hacer una crónica sobre esta vaina que inventamos tú y yo. 

     Sofía Gaviria Samper tiene 70 años, nacida en la capital Washington, en Estados Unidos, hija de padres colombianos. Conoció Colombia desde que era pequeña, cuando tenía vacaciones visitaba la ciudad de Bogotá, allí tiene gran parte de su familia. Hizo su escolaridad en su país de origen. “Me casé con mi primer marido, el segundo y el tercero, todos son colombianos; conocí a uno en Estados Unidos, el primero y me casé con él”. Sofía no quiere vivir con nadie, solo con sus perros, su gato y sus gallinas (risas). Ha sido cocinera toda su vida, tuvo hoteles en Bogotá, fue profesora de cocina; realizó un programa en televisión hace más de 10 años que se llamaba “Cuentos de Cocina” en Señal Colombia. Fue una gran oportunidad para Sofí, conoció varios chefs de distintas ciudades, fue un trabajo fuerte por los horarios, empezaba desde las 7:00 de la mañana hasta las 12 de la noche, grababan tres programas en el día y la duración en el canal era de 30 minutos. Sofí tiene dos hijos actualmente su hijo que vive en Bogotá y su hija que vive en Estados Unidos. 

   

 

 

Tres años lleva Sofí en Ibagué, vivía en Bogotá con Rodrigo y no quería envejecer ahí. Decidió venir a vivir a la ciudad por la cercanía, tenía claro que no quería vivir en una finca. El clima fresco fue lo primordial para elegir el barrio La Pola, odia el calor. Buscaron mucho, vieron una casa fea que no tenía forma de componerse. Un día Sofía y Rodrigo ya se iban a devolver a Bogotá, cuando vieron un aviso de “se vende”, “llamemos, quien quita, el vendedor nos dijo: pues yo estoy un poquito lejos, pero si me esperan en 15 o 20 minutos llego”, afirma Rodrigo. Este sitio era una casa vieja que se desmoronó porque estaba abandonada hace más de un año, era un muradal.  “La compramos como lote básicamente, creo que pagamos mucha plata por ella, pero ahora retrospectivamente uno se da cuenta, no, pero claro, con esta cara de míster que tengo yo. A mí me encantó el lugar porque acá tengo el Cañón del Combeima, allí no hay nadie, hay naturaleza”, afirma Sofí. –¿Dónde está mi teléfono?, para mostrarte unas fotos de como era. Segundos después; mostró las fotos de cómo estaba la casa en el momento que la compro. –Eso fue lo que compramos y esto es lo que hicimos. 

     En el año 2018 compraron la casa, en el 2019 empezaron a construir y gastaron ocho meses, a mitad de año se mudaron, vendieron los hoteles en Bogotá.  “Respetamos un poquito el sabor original de la casa; la cocina quedaba atrás donde está mi cuarto hoy en día y habían armado como dos casas, tenía dos puertas”, afirma Sofí. El 1 de marzo del 2020 abrieron el restaurante Sophie’s La Pola, cerraron en 17 días debido a la pandemia del Covid-19. En ese entonces el restaurante era vegetariano, tenía las puertas abiertas al público. “Tenemos muchas aspiraciones de que La Pola se vuelva un sitio súper importante en Ibagué, que se llene de este tipo de lugares, que coja un poco lo que ha sucedido en las grandes ciudades del mundo, con las partes viejas y abandonadas, que haya un interés en volverlas a la vida” afirma Sofí.

–¿Sofí, qué hizo durante la pandemia? 

–Me encerré. Me puse a tejer, utilicé la técnica decoupage para hacer esta mesa.

–¿Decoraste esta mesa?

–Sí, eso se hace con servilletas de papel estampadas. 

–Genial Sofí, qué belleza. 

–Tejí, y como buena tejedora tenía kilos de lana guardada, yo hice cobijas, vi televisión, la que no había visto años atrás y obviamente hacer oficio, mija. Con la pandemia, me moría del susto, porque nosotros no somos ningunos pichoncitos, nos sentimos muy jovencitos y todo, pero era alto el riesgo.

     Luego de que se calmara un poco la pandemia, en el año 2021 en septiembre, Sofí viajó a Bogotá, estuvo cinco meses, compartió con su familia y se regresó en enero del 2022. Junto con Rodrigo tomaron la decisión de abrir nuevamente el restaurante, solo con una condición: de abrir bajo reserva. Esta opción debido al tema de la inseguridad en la zona; y asegura que el barrio era otro, antes de la pandemia. Hoy día dice sentirse en la Candelaria en Bogotá, se siente muy insegura. “Salía a caminar, sacaba a los perros, me la pasaba en el Parque de la Música, hoy día no iría allá ni de visita; más peligroso que tiroteo en un ascensor mija. Esta parte es muy oscura, harto y muy solo por aquí”, afirma Sofí.  Por otro lado, ella ya no quiere trabajar 18 horas al día, quiere tener sus ratos de descanso y los restaurantes tampoco es que sean un buen negocio. 

–Sí, el propósito no puede ser central, por lo menos que se va a hacer dinero, obviamente. Comenta Rodrigo. 

–Hay mejores maneras de hacer plata, lo que pasa, es que esto es lo que sé hacer y lo que me gusta, es lo más importante, a mí me divierte muchísimo. Agrega Sofí.

–Yo complementaría un poco lo que dice Sofí, es que no es una necedad de ella o mía, porque usted le pregunta a gente exitosísima en el mundo de los restaurantes como Andrés Carne de Res, van a decir que ese es el mejor negocio. Comparado con el volumen de inversión que hay que hacer, los inventarios, lo que vale el trago, el pago a cada persona…

    Es curioso, en la cuadra donde está ubicado el restaurante se puede decir que es el único. “Está el restaurante “Líbano by Martha Bajaire”, es la cocinera más importante que tiene Ibagué. Ella es la que hace todos los matrimonios”, afirma Sofí. Aun así, esta zona es solitaria y de poca circulación de personas en horas de la noche. 

    Sophie’s La Pola es un lugar perfecto para cenar. En este sitio se vive un momento único y acogedor en la ciudad, es como estar en casa. Al entrar, al lado derecho, está la cocina. Es grande, amplia, perfecta para cualquier persona que ame cocinar. Se ve cómodo, cada utensilio está en su lugar, está impecable y muy limpio, predominan los colores blancos y plateados. Hay seis lámparas que están sujetas al techo, que dan luz a la cocina, y este es el toque perfecto, que no deja que se desvíe la mirada. Un cuadro enmarcado en vidrio en la pared; Ganesha es el dios de la sabiduría y de la abundancia; Sofí ama todo lo que tiene que ver con la India, le gusta la comida, las decoraciones, la ropa y la historia. Siendo así, la cocina como eje central de este espectacular lugar. “Creo que tengo problemas psicológicos; yo veo un aparato de cocina y quiero comprarlo”, afirma Sofí. 

–¿Sofí usted estudió cocina?

–No, yo soy totalmente autodidacta, solo he hecho un curso en la vida en Estados Unidos con un chocolatero belga y fui una semana a Mallorca a estudiar confites de chocolate.

–¿Cómo aprendió a cocinar? 

–Leyendo, comiendo por todas partes, sobre todo tragando.

–¿Cuál es su especialidad en la comida? 

–Mira, no hay sino dos clases de comida, la buena y la otra, y a mí me gusta la buena. Entonces yo cocino comida buena de todas partes del mundo, yo he sido muy viajera toda la vida, ¡qué suerte! He estado en China, India, Tailandia, Camboya, Europa… Me encanta la comida francesa, italiana, asiática. Entonces a mí me gusta toda la comida del mundo, no tengo una especialidad. En otras, porque soy tan infiel a la comida de cualquier parte del mundo, que hoy hago una cosa y mañana hago otra diferente y no repito ninguna vaina. Esta sopa que hice hoy.

–Está buena. -Interrumpe Rodrigo. 

–Era una preparación que hacíamos en el hotel, porque allá sí debíamos tener carta, obviamente. No podía llegar y decir, no pues, le va a tocar comer lo que a mí me dé la gana.


 

    Otra de las curiosidades que tiene el restaurante es que no manejan carta. Todos los platos de comida los preparan con los ingredientes que tienen a la mano, es un juego que pone a flote la imaginación y creatividad con técnicas internacionales, utilizan productos locales y vegetales frescos traídos de la huerta de Rodrigo, es el toque ideal. Solo abren bajo reserva, en horarios de miércoles a domingo. Y es que a Sofi desde pequeña, su mamá le enseñó a ella y a sus hermanos a comer de todo, siempre había toda clase de verduras. “Ella decía: mira mi amor, la carne toda sabe a lo mismo, en donde está la aventura, es en las verduras, porque tienen diferentes sabores, colores y aromas. Los colombianos son muy conservadores a la hora de comer, son poco aventureros y eso es normal. La gente se vuelve más aventurera si ha estado expuesta a diferentes comidas, pero si tú nunca has salido de tu casa y solo has comido arroz, carne, papá, yuca, plátano o maduro. Yo te propongo una sopa que tiene siete clases de verduras y me vas a decir: yo no como verduras, lo cual es una lástima porque te estás perdiendo una cosa realmente fantástica”, afirma Sofí.

     Al costado izquierdo hay dos comedores, uno amplio, de forma cuadrada, con seis sillas y el otro de forma circular, tamaño pequeño y de cuatro puestos. La parte superior de las mesas están hechas en técnicas decoupage, tiene estampados de frutas con textura arrugada, con tonos opacos. Predomina el color café, las paredes blancas, al fondo una biblioteca con varias repisas y una gran variedad de libros de cocina de distintos países, a Sofí le encanta leer.  La mitad de los libros están en Bogotá, en los otros espacios hay copas de vidrio, vasos, recipientes para tortas, refractarias… Hay una escalera alta, para alcanzar los libros en la parte superior. Al lado dos repisas de copas de cristal y botellas de vinos, tipo licorera, para antojar a los clientes.  

    Sofí este año ha viajado varias veces, ha descuidado el restaurante. Viajo a visitar a su hija en Estados Unidos. Acabo de llegar de California de un crucero que tenía con sus primas-hermanas. De lo que resta el año no piensa viajar más. Quiere trabajarle al restaurante, muchas veces le escriben sus clientes y ella está fuera del país. “Yo creo que la gente se emberraca un poco, me escriben y me dicen, queremos ir el sábado y yo no, no estoy, estoy un poquito lejos”, cuenta Sofí. 

     

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El tema de ser vegetariana va en serio, lleva más de diez años tratando de no comer animales; está realmente comprometida. En el restaurante, con sus clientes, aconseja que sus platos de comidas sean sin carnes, brindando las opciones de minestrone, berenjenas, ensalada de espinacas, entre otros. “Vamos a acabar con este planeta o dejamos de comer animales o no vamos a dejarle nada a las nuevas generaciones, se van a quedar sin donde parquear; les va a tocar irse a vivir a la luna u otro planeta diferente”. Por otro lado, Sofí no dejó de comer carne porque no le gustara, a ella le encanta. “Todas las vacas son tan inteligentes, tan bellas y sienten; comer a un ser que siente está mal hecho, es inmoral, y si eso no es suficiente para volverte vegetariana, pues como te parece que vamos a acabar con el planeta, el 47-48% de los gases que producen efecto invernadero, óyeme bien, la reproducen las vacas, de manera que, si todo el mundo deja de comerse las vacas hoy, solucionamos el problema del calentamiento global, en par patadas. Pero eso no lo sabe la gente; la ganadería es muy buena, pero estamos acabando con el planeta. En Colombia  tumbamos todos los días bosques nativos para poner media vaca por hectárea y en una hectárea uno puede sembrar comida, para miles de personas”, ¿te imaginas?

    Pero no hay ningún problema si el cliente quiere comer algo diferente. Lleva más de 30 años en el oficio de la cocina, ama lo que hace, pero también piensa que podría llegar el día donde decida no cocinar animales. “En el viaje que realicé, fui testigo del huracán que acabó con medio Florida y tú sabes que eso es efecto del calentamiento global, entonces llegué muy impresionada, porque vi una devastación realmente poderosa y que asusta. Estoy convencida de que lo único que todos podemos hacer, es dejar de comer carne”, afirma Sofí. Toda la familia ha tenido gusto por la cocina, sus padres cocinaban muy bien, su abuela paterna; actualmente su hijo que vive en Bogotá le gusta la cocina, pero se dedica a la fotografía; varios de los cuadros que rodean el restaurante son de su autoría. Su hija vive en Estados Unidos, le gusta la cocina también, es profesional en Psicología. Sofí no está sola, tiene un ayudante llamado Pedro, quién ha trabajado con ella desde hace años, desde que tenía los hoteles, él está en Ibagué y es la persona que le colabora en el restaurante. 





 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

   

 

 

 

 

 

 

 

Rodrigo está tratando de no manejar químicos en su huerta. Entre sus cultivos, la mitad se encuentran espárragos verdes y la otra mitad de acelga; unas acelgas que tienen venas de color. Hay espinacas baby, gran cantidad de lechugas enanas que tienen un ciclo mucho más corto que una lechuga normal. “Es una mezcla de colores y sabores la que pones en el plato, eso se ve bonito”, afirma Rodrigo. Los vegetales que se producen en la huerta son consumibles en el restaurante, son totalmente frescos y perfectos para combinar cualquier plato de comida, “Pedro, el ayudante, es un campeón para hacer papas fritas, uno dice que las papas fritas no tienen ciencia. Él hace un doble proceso, las cocina, las congela y después las saca y le da una freída, en el exterior queda tostada y por dentro queda puro naco; eso queda regio acompañado de una porción de espinaca que sabemos perfectamente de dónde viene, cómo se regó, qué agua utilizó, que no tiene residuos de pesticidas ni de insecticidas, lo más natural posible. La espinaca es cocinada, se pringa con agua caliente, se escurre, Sofí la pica y le echa salsa bechamel, eso queda espectacular, mezclado con la carne y la papa”, afirma Rodrigo. 

    No se puede dejar a un lado “las chicas” como Sofí llama a sus gallinas. Están en un corral, en la parte plana de atrás de la casa, en un voladizo que además no está en la escritura, donde pasa el Cañón del Combeimal Los huevos que se consumen aquí son producto de las gallinas, son frescos. Además, Sofí prepara postres o helados, en los helados le pone más huevos que producto lácteo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

–¡Son campeones! Ahora dile que te dé, Sofí dale un heladito de los tuyos.

–No, les voy a dar una sopa de minestrone, más rato les doy helado. Los huevos de mis gallinas son lo máximo, es más, deberíamos de hacer unos huevos escalfados, que buena idea me has dado.
 

       Un delicioso olor alborota el hambre. Sofí calentó la sopa en una olla grande, sirve en platos hondos, con sus respectivos huevos fritos. Los hongos Ital que trajo Ramgo, los picó en cuadros y los puso encima en la sopa minestrone, hecha a base de vegetales sin carne. En el comedor están todos. Antes de empezar, no podía faltar el vino Remul traído por Ramgo, abre la nevera y lo ponen en la mesa, cada uno tiene su copa de vino. Buen provecho. 

    Primera vez en deleitar esta sopa minestrone y vino Remul, este vino de color rosa, sabor a frutas, aroma a flores; estaba delicioso. La minestrone era una sopa de vegetales, los hongos estaban exquisitos y el huevo frito con tamaño peculiar, ni se diga, “los huevos industriales me parecen terribles, no feos, sino como tratan a las gallinas”, afirma Sofí. Esta cena estuvo muy rica, gracias Sofí. Era las 9:45 de la noche, el postre llegó, un helado para probar fresa o chocolate, en bolsa transparente y moño dorado,  fresa el sabor estaba super rico, suave, cremoso y en su punto, cien por ciento recomendado; la barriga va a explotar de tanto comer. Rodrigo se fue minutos después. 

    Reposando la comida, Sofí brindó una copa de whisky Cartdu y una trufa de chocolate negro preparado en casa para cerrar con broche de oro esa noche. El licor estaba fuerte, el chocolate hacía combinación perfecta con el trago; si así fue con un trago, ya se puede imaginar cómo sería con varios, estaba bien potente. Solo queda decir que fue una noche bonita y agradable para empezar esta aventura de trabajo universitario. Otra visita será el domingo, feliz noche y gracias por todo. 

    Domingo 9 de octubre, 11:00 de la mañana, luego de caminar por el centro de Ibagué. Había una cita pendiente para ver de día al interior de la casa y tomar unas cuantas fotografías, así conocer sus famosas gallinas. Sofí ya estaba lista, ya había desayunado y tomado su taza de café como lo hace todas las mañanas. Mientras lee en su comedor. Es un buen momento para recorrer su casa a punta de fotografías. Seis gallinas en un corral en la parte trasera. Hay una zona comedor con cuatro mesas y sus respectivas sillas, con vista al jardín con plantas de banano, aguacate y naranjas, están ubicadas luego de bajar unas escaleras, luego se encuentra un asador, hay plantas colgantes del techo. 

En la parte superior, un baño a la izquierda, un sofá azul con ocho cojines, un clóset antiguo y varios cuadros de fotografías que decoran el lugar y al fondo una puerta de madera, ahí está la habitación de Sofí. 








 

 

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En todo el recorrido estuvo el gato Guiri, tiene mes y medio. Sofí tiene dos perros, uno llamado Turrón que tiene 8 años y el otro es Taco, no se sabe muy bien su edad, pero ya tiene canas. Sus nombres en homenaje a la comida. Todos son adoptados y son un amor de mascotas. Son su constante compañía.

 

En el comedor Sofí continúa leyendo. Está escribiendo un libro de comida vegetariana, al finalizar la semana tiene que entregar uno de los capítulos a su editora. En el año 2011 escribió y publicó su primer libro llamado “19 afrodisíacos” fue una idea de una chica del planeta en la editorial, luego de ver el programa de cocina en Señal Colombia, la llamó y le dijo que sería interesante que ella escribiera un libro. Lo escribió en 6 meses, contiene 19 capítulos y 100 recetas, es el único libro que ha escrito. Ya pronto tendrá su segundo libro. 

 

Sofí, una mujer que no envejece, dice que está perfecta. Le gusta mirar televisión hasta tarde de la noche,  le agrada estar sola en casa, le encanta escuchar Rock de los años 60 como The Beathles, Rolling Stones… En estos momentos desea solo una cosa, más clientes. En el restaurante lo tiene todo, esa es su felicidad; ama lo que hace, disfruta lo que prepara, agradece tener esa casa que con tanto esfuerzo construyó y hoy, es Sophie’s La Pola.  “No hay nada que sea más gratificante en la vida que servir una comida, atenderla bien, hacer que la gente se sienta feliz alrededor de una mesa y después se ponen de pie y te dicen: Sofí, estaba tan rico. Eso es, por eso se hace”, afirma Sofí. Las puertas están abiertas para toda persona que quiera vivir un momento diferente y estar en un ambiente lleno de tranquilidad, tal vez, música clásica de fondo a bajo volumen, una buena vista al jardín, un buen plato de comida y una copa de vino. Solo cabe recordar que es bajo reserva, así que no olviden escribir al WhatsApp para vivir esta aventura de sabores, Sofí estará encantada de atender a toda la gente que quiera de sus servicios. 

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Cocina-restaurante Sophie’s La Pola. Ciudad Ibagué. Foto: Elena Saavedra 2022.

Sofía, una mujer de origen extranjero con mucho sabor
Crónica de Elena Saavedra

Cocina-restaurante Sophie’s La Pola. Ciudad Ibagué. Foto: Elena Saavedra 2022.

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Maruja cafetería. La Pola. Ciudad Ibagué. Foto: Camila Muñoz, 2022

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Gildardo Aguirre (padre) se desempeñó toda su vida como docente, pero es amante de la psicología y director del Grupo de Danzas Folclóricas de Armero desde hace 37 años. Josefina Calderón Gil (madre) es licenciada en ciencias sociales de la Universidad del Tolima y actualmente está pensionada del Magisterio. En sus tiempos libres se dedica a la costura en punto de cruz, macramé y croché. Luisa Fernanda Aguirre (hermana) es arquitecta de la Universidad de Ibagué. Además, es especialista en gestión de proyectos arquitectónicos y futura magíster en patrimonio. Rocío Aguirre (tía) es egresada de la EFAC (Escuela de Formación Artística y Cultural), lo que le ha permitido ser la pintora de los diversos murales del negocio.

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Interior de Maruja cafetería. Foto: Camila Muñoz, 2022

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El tiempo vuela. Eran las 9:00 de la noche, esta conversación continuó. Sofí se dirige a la cocina con Ramgo, preparará algo de comer. Rodrigo es el exesposo de Sofí, tiene una huerta en la terraza de su casa, vive a media cuadra del restaurante. “Yo llevo trabajando mucho tiempo en el tema de comercialización internacional de frutas y hortalizas. Me pensioné  hace poco, en proyectos ligados al tema agrícola”, afirma Rodrigo. La oferta de vegetales es pobre en la ciudad, hay lugares buenos para la agricultura, pero lo que hace falta son ejemplos y modelos de negocio para las hortalizas. “Por ejemplo; de las hortalizas de hoja, allí una terraza habría sido el techo, digamos del segundo piso de la casa, hicimos unas adecuaciones para volverlo una pequeña terraza de producción de hortalizas, con cubierta. Estoy muy convencido que en Colombia es muy difícil producir hortalizas de buena calidad y un volumen rentable. Colombia es un país muy lluvioso y en Ibagué sí que es cierto que llueve. Entonces uno, con una cubierta, protege los daños que tienen físicamente las hortalizas y logra reducirse sensiblemente el tema del ataque de algunas enfermedades”, afirma Rodrigo. 

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